La vegetación de los ambientes serranos: relictos de biodiversidad

Un tesoro natural.

Los pastizales y arbustales presentes en sierras y cerrilladas del Sistema de Tandilia constituyen fragmentos de la vegetación original que antiguamente cubría también la zona interserrana, actualmente cultivada casi en su totalidad. Entre las especies nativas que es común encontrar en estos ambientes se encuentran los pajonales de paja colorada (Paspalum quadrifarium) y el flechillar, que incluyen pastos con valor forrajero en distintas épocas del año (PiptochaetiumNassella, Paspalum, Bromus, Briza, Setaria, Poa, Digitaria, Panicum, entre otras). También están presentes hierbas de valor medicinal como siete sangrías (Cuphea glutinosa) y oreja de ratón (Dichondra sericea), y plantas emparentadas con especies cultivadas y de valor genético para programas de mejoramiento, como la papa silvestre (Solanum commersonii). Encontramos además a la cortadera o cola de caballo (Cortaderia selloana), cardas (Eryngium regnellii y E. floribundum), arbustos como curros (Colletia paradoxa), chilcas y romerillos (Baccharis spp.), y árboles como talas (Celtis ehrenbergiana), así como distintas especies de helechos.

En su conjunto, las sierras y cerrilladas albergan a aproximadamente 600 especies de plantas vasculares, incluyendo numerosos endemismos (especies que solo viven allí). Varias de ellas fueron incluidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en la lista roja de especies amenazadas, como por ejemplo: barbas de la sierra (Tillandsia bergeri), Senecio bravensis y pasto lirio (Poa iridifolia).

 

Algunas de las especies de plantas nativas que encontramos en las sierras del Sistema de Tandilia. Ct: Cassebeera triphylla, Gg: Gymnocalycium gibbosum, Nm: Nassella megapotamia, Ge: Gelasine elongata, Cp: Colletia paradoxa, Cg: Cuphea glutinosa. Fotos: Lis Echeverría

 

Un componente importante de la vegetación nativa es la paja colorada (Paspalum quadrifarium), con escaso valor forrajero, que se presenta acompañada de pastos más apetecibles para el ganado. El pajonal forma matas densas y compactas que, sin fuego ni pastoreo, pueden alcanzar 1,5m de altura. Durante el invierno las plantas desprenden hojas secas que van formando sobre el suelo un manto de hojarasca vulnerable al fuego. A veces se recurre al uso controlado de este, para fomentar el rebrote de las plantas y mejorar la calidad de la paja colorada como alimento para el ganado. La disminución de la hojarasca seca también reduce el riesgo de incendios accidentales durante el verano.

Un estudio que utilizó un índice de vegetación derivado de imágenes satelitales como estimador de la productividad de la vegetación demostró que los ambientes serranos dominados por paja colorada tienen alta productividad relativa. Este resultado podría parecer contradictorio con el hecho de que un pajonal maduro tiene baja receptividad ganadera. Al parecer, sin embargo, las matas de pajonal dispersas en una matriz de pastos más cortos y blandos como los que ofrece el flechillar, favorecería la retención de agua y nutrientes, sobre todo en terrenos con pendiente, e incrementaría así la productividad global del sistema.

 

Pajonales de Paja colorada sobre ladera de sierra. Foto: Lorena Herrera

 

En definitiva, la vegetación de los ambientes serranos, además de producir forraje para el ganado, brinda importantes beneficios como la provisión de hábitat para aves y mamíferos, y de espacio y alimento para numerosos insectos que actúan como controles biológicos de las plagas o polinizadores en pasturas y cultivos. También, evitan el escurrimiento superficial del agua de lluvia y retienen sustancias contaminantes en sus raíces. Por otro lado, son espacios para la recreación, la inspiración, la educación ambiental y la conexión con la naturaleza. No obstante, no debemos olvidar que todos estos beneficios, importantes para el ser humano, son argumentos comunes que como científicos ofrecemos para que estos ambientes sean tenidos en cuenta en las políticas públicas ambientales. Considero que los argumentos para su conservación deberían basarse en el valor intrínseco de la naturaleza y, como humanos, tomar responsabilidad de nuestra capacidad racional de accionar para el bien común.

 

Autora: Lorena Herrera, CONICET – FCA-UNMdP, Unidad Integrada Balcarce. lherrera@mdp.edu.ar

Foto de portada: Flechillar. Lis Echeverría

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