Red Tandilia empatiza con nuestro querido Iberá.
Lo que está pasando en Iberá, uno de los mayores humedales de Sudamérica, nos colma de tristeza. Esta extensa área, rica y llena de vida donde miles de especies coexisten, está siendo arrasada por el fuego y son múltiples y conocidas las causas que lo han ocasionado. Iberá es solo un ejemplo más. En la actualidad, todos los ecosistemas de Argentina, incluidos los pastizales Pampeanos, están en grave riesgo de perder su equilibrio propio y natural.
Quienes trabajamos en ecología y disciplinas afines conocemos sobre los esfuerzos que diversas instituciones, a nivel nacional e internacional, vienen desarrollando para abordar los problemas ambientales. Investigaciones abocadas a la conservación de especies, ecosistemas y paisajes, planes de gestión del territorio con participación y colaboración de los habitantes locales, programas que fomentan el equilibrio entre producción y conservación, son algunos ejemplos. Lamentablemente muchos de estos esfuerzos no tienen el final esperado, especialmente en aquellas regiones donde la situación social, económica y ambiental es complicada. Cuando ocurren tragedias, como el caso de Iberá, donde las ‘’soluciones’’ llegan tarde, solo podemos transitar la resiliencia de la naturaleza con distintas actitudes según nuestra forma de ser: echamos culpas, improvisamos, lloramos, discutimos, apagamos el fuego, restauramos, nos resignamos…
Lagarto overo – Salvatore marinae
Yaguareté – Panthera onca
Investigador haciendo seguimiento de fauna local
Ante este panorama, surge preguntarnos, si este tipo de tragedias (evitables) no son más que el reflejo de nuestra propia desconexión con la naturaleza. En el trascurso de nuestra evolución, la naturaleza pasó a ser “controlada” mediante la domesticación animal y vegetal, que evolucionó hacia el actual sistema de producción, muy lejos de regirse por las leyes universales de la vida y el respeto por todo ser —incluido el humano—con el fin de saciar nuestras necesidades y deseos. Este proceso trajo aparejado un distanciamiento de la mayoría de la población de los entornos naturales, con todas las implicancias nocivas que esto tiene para el desarrollo integral del ser humano, que incluye las dimensiones física, mental, emocional y espiritual. Como así también la conciencia sobre el entorno natural que habita, un estímulo para activar elementos que hacen a la identidad y para reforzar la conexión con las emociones e instintos, impulsando de este modo el fortalecimiento de la empatía y el amor hacia vida en su totalidad. Desconocer o no aceptar esta pertenencia resulta en una menor sensibilidad y respeto hacia toda forma de vida.
Nenufar- Nymphaea amazonum
Yacaré negro- Caiman yacare
Pastizales nativos
Para superar esto, además de cambiar nuestras actitudes cotidianas, es necesario entrar en coherencia con nuestro pensar, sentir y actuar, y desde ahí, tomar conciencia de que dependemos completamente de la naturaleza. La relación entre los problemas ambientales con la desconexión sociedad-naturaleza está teniendo cada vez más interés por muchos académicos, quienes demostraron que “la extinción de las experiencias en la naturaleza” son un factor subyacente a los problemas ambientales, factor que es alimentado por nuestra vida urbana. Pero ¿Cómo logramos trascender-nos para generar más armonía con la naturaleza de la cual somos parte? ¿Cómo volvemos a la fuente de sabiduría interna? Preguntas tan amplias que van más allá de nuestra disciplina. Es por ello que desde la Red Tandilia empatizamos con nuestro querido Iberá y te invitamos a sentir-pensar y reflexionar sobre nuestro rol humano en interacción con individuos de nuestra y otras especies. Si nos permitimos ampliar nuestra consciencia, seguramente encontraremos las puertas para re-conectarnos. Que en esta ocasión, el fuego genere un nuevo renacer y sentido de conexión con la vida en su totalidad.
Guazunchu – Mazama gouazoubira
Espátula rosada – Platalea ajaja
Autor: Red Tandilia
Fotos: Silvia Zaninovich