Hacia fines del 2019, la comunidad del barrio Nuevo Golf, ubicado en la zona sur de la cuidad de Mar del Plata, junto con el equipo de extensión perteneciente al proyecto “Educación Ambiental: una herramienta para minimizar el riesgo en barrios periféricos de Mar del Plata”, comenzaron a gestar las huertas familiares agroecológicas, en pos de la soberanía alimentaria. En este marco, es que desarrollé mi práctica social comunitaria (PSC).
La puesta en práctica de este modelo alternativo de producción, surge ante la necesidad de reivindicar los cocimientos tradicionales de las comunidades, producir sustentablemente alimentos sanos y adecuados para la salud y proteger y promover la biodiversidad, la cual involucra varios niveles de organización biológica (genes, especie, población, comunidad, ecosistema y paisaje) y que no es solamente un concepto que expresa la “variedad de vida”, sino que es una construcción socio-política y una entidad ecológica medible. Esto es posible dado que el conjunto de huertas ofrece en una escala local, muchos parches de hábitat heterogéneos espacial y temporalmente, libre de agroquímicos (al reemplazarlos por los bioproductos) y tecnologías agresivas. Estas medidas, junto con la implementación de técnicas como la rotación y asociación de cultivos, el abono orgánico y la cobertura del suelo, dan lugar a la estabilidad y a la resiliencia del ecosistema, lo cual favorece a la salud del suelo y a la diversidad asociada al cultivo objetivo, comprendida por todos los organismos cuya presencia en el agroecosistema está determinada por la estructura y manejo del mismo, sin la mediación directa de la intervención humana.
En este modelo alternativo, el trabajo interdisciplinario permite ver cómo avances en algunas áreas del conocimiento pueden traccionar a otros de forma complementaria y cómo el aporte de varios procesos genera bondades en la solución de problemas locales y regionales. Este nuevo ensamblado y complejidad de estructuras y funciones en las dimensiones del paisaje, huertas, diseños, prácticas agroecológicas, y capital humano en el espacio de gestión y participación, vuelven la biodiversidad productiva y ecológica herramientas principales durante el proceso de rediseño agroecológico.
La experiencia que me ha dejado esta PSC, es la clara convicción que, puertas afuera del aula, se puede enseñar y aprender. En este sentido, la Universidad es un actor social potente para detectar problemáticas, pero también atenderlas y encontrar soluciones consensuadas con la comunidad, en un trabajo muy fino, complejo, en el que se descubren las motivaciones, los intereses, las dificultades, de las personas que conviven en un territorio. No son tal vez las soluciones más rápidas, pero sí las que transforman al equipo y a los destinatarios, las que se resuelven en un ámbito democrático que nos dignifica a todos y a todas.
Autor: Mirko Duimich, Facultad de Ciencias y Exactas y Naturales, Universidad Nacional de Mar de Plata
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